Furia Asesina (You Can’t Run Forever)

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✍🏼 Redacción The G Seven

📷 Póster oficial

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En el terreno saturado del thriller rural, Furia Asesina destaca por su claridad emocional. Michelle Schumacher, directora y coguionista junto a Carolyn Carpenter, no filma un simple duelo entre presa y cazador, sino una meditación sobre el instinto de supervivencia y la herencia del trauma. Lo que empieza con la frialdad de un asesinato al azar (un arranque seco y brutal) se transforma pronto en una historia sobre la fortaleza femenina y la capacidad de resistir cuando todo parece extinguirse.

Wade (J.K. Simmons) aparece como una figura espectral. Un hombre sin causa aparente, movido por el impulso primitivo de cazar. Simmons domina el registro con una mezcla hipnótica de serenidad y crueldad; su presencia basta para volver tangible la amenaza. Pero Schumacher (esposa de Simmons en la vida real) no lo reduce a caricatura: lo observa como parte de un paisaje moral más amplio, donde la violencia se disfraza de azar y el mal puede tener rostro humano. Frente a él, Miranda (Isabelle Anaya) crece desde el miedo hasta la determinación, en un arco interpretativo que dota de alma al filme.

La película evita la grandilocuencia. En lugar de explosiones o coreografías imposibles, privilegia la textura del bosque, la respiración de los cuerpos, el sonido quebrado de las ramas. Hay ecos de The Most Dangerous Game, BadlandsFalling Down y The Hunted, pero filtrados por una sensibilidad más íntima, donde la acción nunca ahoga la emoción. La directora mantiene una cámara contenida, como si cada movimiento fuera una confesión.

Si algo le falta, es consistencia tonal. Los cortes hacia la madre embarazada (Fernanda Urrejola) y los policías torpes desvían el pulso del suspenso. Pero incluso en esos desvíos se percibe una intención de mostrar que el terror no solo ocurre en la persecución, sino también en la espera, en el miedo cotidiano a perder lo que se ama. El guion no busca la sorpresa, sino el reconocimiento. Cada gesto de Miranda se siente humano, cada reacción, creíble.

Simmons, por su parte, logra lo que pocos actores podrían. Encarnar el vacío sin volverlo leve. Hay momentos en que basta su sonrisa o su respiración para recordar al espectador que el mal no necesita un motivo. Y sin embargo, Furia Asesina no se rinde al nihilismo. En su desenlace, el bosque deja de ser una prisión para convertirse en un rito de paso, una purga emocional.

Más allá del exceso o la imitación, la película funciona como un recordatorio de que el thriller no necesita artificios para inquietar. Basta con una cámara que sepa observar y un actor que comprenda el peso del silencio. Furia Asesina no es perfecta ni redonda, pero sí sincera y arriesgada, y en estos tiempos de ruido blanco, eso ya dice mucho.

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