✍🏼 Redacción GermaDor [ @germador_ ]
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Un buen ladrón, dirigida por Derek Cianfrance, narra la sorprendente historia real de Jeffrey Manchester, un ex-marino conocido como “Roofman” por su peculiar forma de robar: ingresaba a los locales perforando sus techos durante la noche. Lejos de limitarse a contar un hecho policial, la película explora temas como la culpa, la redención, la identidad y la posibilidad de reconstruir una vida.
La película comienza con uno de los robos más famosos del protagonista. Manchester es capturado, condenado a prisión y, cuatro años después, logra escapar.
A partir de ese momento, la historia cambia de tono: se esconde en una juguetería abandonada, donde consigue pasar inadvertido durante meses gracias a su ingenio. Es allí donde conoce a Leigh (Kirsten Dunst), una madre divorciada que trabaja en el lugar. La relación que nace entre ambos desencadena el conflicto central: su deseo de una vida normal choca con la realidad de ser un fugitivo.
Cianfrance retoma el estilo íntimo que lo hizo reconocido en Blue Valentine (2010): cámara cercana, silencios expresivos y personajes emocionalmente complejos.
Aquí, además, utiliza al propio Jeffrey como narrador, lo que permite acceder a sus pensamientos, miedos y reflexiones. Esta decisión narrativa humaniza al personaje y genera empatía, sin justificar sus delitos, pero sí explicando sus motivaciones y su necesidad de redención.
Aquí de los aciertos del film es el equilibrio entre tonos: combina drama, romance, thriller y momentos de humor que aparecen justo cuando la tensión lo permite.
La escena de la juguetería se convierte en un espacio simbólico de refugio, reinvención y contradicción: un lugar infantil y luminoso que contrasta con la vida clandestina del protagonista. En este escenario, también se introduce una crítica discreta a los medios de comunicación, al mostrar cómo las noticias sobre delitos impactan solo de forma momentánea y rápidamente son olvidadas.
Channing Tatum ofrece una actuación sorprendente, mostrando un personaje vulnerable, torpe y carismático, que oscila entre el ingenio y la fragilidad. Kirsten Dunst aporta sensibilidad y autenticidad a su papel, y entre ambos construyen una química creíble. Aunque actores secundarios como Peter Dinklage o LaKeith Stanfield no tienen tanto desarrollo, el reparto en conjunto sostiene con solidez la historia.
Hacia el final, la película puede perder algo de intensidad, pero mantiene su coherencia emocional: no glorifica al delincuente, sino que muestra a un hombre imperfecto que busca cambiar. Cianfrance convierte un caso policial real en una historia humana sobre las segundas oportunidades.
Un buen ladrón es una película atrapante, emotiva y original, capaz de mezclar lo absurdo de la realidad con la ternura y la tensión, sin perder de vista su corazón: la lucha por ser perdonado y empezar de nuevo.






