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Con una voz honesta, un ukelele en el pecho y un nuevo lenguaje emocional llamado pop amarillo, Andrey Serrano irradia luz desde la frontera para quedarse en el alma de quienes lo escuchan.
No viene de la capital. Viene del alma. Desde Cúcuta, una ciudad donde las contradicciones florecen entre el calor, el ruido, la música de esquina y las montañas al fondo, aparece Andrey Serrano, un artista de 25 años que le canta a lo invisible: a la emoción sin filtros, a la ternura sin miedo, al amor que no se disfraza. Ex-participante de Factor X 2022, Andrey no hizo del concurso su destino, sino un punto de partida para construir, bloque a bloque, un proyecto musical que se siente más como una conversación sincera que como una estrategia de mercado.
Andrey creó su propio universo sonoro y lo llamó pop amarillo. No es un género, es una temperatura emocional. Una mezcla de pop, reggae, rap y electrónica que no pretende impresionar, sino acompañar. “El pop amarillo no se escucha, se siente —dice— como el sol en la cara después de una semana de lluvia”. Suena a paz, a voz suave, a ventanas abiertas, a verdad. Es música que no grita, pero se queda. En sus letras hay espacio para lo que duele, pero también para lo que sana.
Con el ukelele como columna vertebral —ese instrumento pequeño que contiene la dulzura y lo esencial—, Andrey produce cada canción con el cuidado de quien construye un refugio. Su oído está influenciado por artistas como: Juanes, Sin Bandera y Porta, pero también por los géneros que resuenan en su tierra: vallenato, popular, reguetón. Cúcuta vive en sus melodías como vive en él: con mezcla, con contradicción, con alma.
Ahora, con su segundo álbum en proceso y una primera gira por México en camino, Andrey Serrano se perfila como uno de los nuevos narradores emocionales del pop latino. Uno que no teme decir lo que siente ni sonar como lo que es: una voz que, en medio del ruido, apuesta por la honestidad como acto revolucionario.






